« Los que pudieron gozarla hablan ahora tan felices de aquella noche, que a los que no la disfrutaron no les importaría otro gran apagón nocturno. Incluso con el riesgo de que el cielo apareciera nublado. Si no fuera porque las autoridades son temerosas siempre de la oscuridad, las agencias turísticas pedirían un calendario de apagones programados para poder organizar observaciones de las estrellas».
Leyendo tu post y los enlaces se me ocurre que la iluminación nocturna es en parte un dilema del prisionero: todos ganamos si la restringimos. Pero nadie apaga su calle porque si los demás no lo hacen, perdemos comodidad sin ganar cielo. Si todos lo hacen menos tú, ganas sin perder...
¿Cómo se solucionan este tipo de dilemas?. El teorema de Nash nos dice que la cooperación es una situación estable alcanzable, tanto como la no cooperación, por libre voluntad de los jugadores. Según estudios como el clásico de Axelrod, la mera iteración suele bastar.
¿Abogamos por dar libertad a la gente sobre la iluminación de sus calles? Tal vez la libertad, una vez más, lleve a un sitio más bonito.
Vaya, David, interesante reflexión. De momento, lo que ha funcionado es el argumento ecologista (se ahorra energía/se contamina menos iluminando correctamente) y lo de "ser los primeros en Europa".
Ah, tengo pendiente lo de preguntarle a Galadí lo del estudio (la semana pasada estuvo de viaje y esta que viene también, pero conmigo).
Hombre, para empezar, yo abogaría por el sentido común. Popr acabar con todas esas farolas que apuntan al cielo y que tanto gustan a algunos alcaldes.
Creo que sería posible una iluminación más racional y que la gente la aceptaría de buen gradoo en cuanto fuese consciente de lo que se pierde. Lo primero que hay que hacer es eso, y luego los políticos, siempre tan atentos al voto, seguro que siguen la estela.
Por cierto, Rvr, muy bueno lo de 'Apaga un continente...'