El pasado sábado fuimos en busca del asteroide 2002 NY40, una roca de tamaño industrial que se aproximó a unos pocos 550 mil kilómetros de la Tierra (poco más de la distancia que nos separa de la Luna). Su albedo, cercanía y diámetro hicieron viable que con unos grandes prismáticos o un pequeño telescopio los terrículas pudiéramos observarlo. Y así fue. Armados con un dobson de 35 centímetros cazamos al asteroide, aunque costó lo suyo porque su movimiento aparente era un poco más lento de lo que esperábamos.
En general, para cazar asteroides, se necesitan potentes telescopios armados con cámaras digitales. Pero esta vez pude ver con mis propios ojitos un objeto cercano a la Tierra, que quizás, dentro de miles o millones de años, dé alguna sorpresita menos divertida. Mientras tanto, no se preocupen, que el 2002 NT7 no va a impactar en el 2019 en nuestro planeta (¿oigo un «lástima» entre el público o son imaginaciones mías?).
Por cierto, ayer domingo salí con unos amigos a tomar unas tapillas y algunas salchicas de 30 centímetros. En lugar de hablar de Linux e informática como suele ser habitual, estuvimos entreteniéndonos sobre otras cuestiones. Pero creo que la temática principal de la quedada la ha descrito muy bien Daurmith en esta maravillosa historia: solo tienen que sustituir «Maria Luisa» por «Adriana».