{ El deseo de asombro }
En esta ciudad de medio millón de habitantes, las luces nos han robado las estrellas. Pero hoy, mientras esperábamos la guagua muertos de frío a las 11 de la noche, al cobijo de la sombra de una palmera, comprobé que el cielo estaba oscuro, contrastando así el brillo de las estrellas. Con la cabeza hacia el cielo, comenté: «¡Mira! Ahí está el Cinturón de Orión, y esa estrella brillante es Júpiter, y la otra de al lado es Saturno». Una muchacha que también esperaba y sin nada mejor que hacer que escuchar conversaciones ajenas, también dirigió su vista, disimuladamente, hacia el cielo. Imagino que dicha persona, urbanita desde su nacimiento, acababa de descubrir que el cielo tiene estrellas, que estaban ordenadas de forma lógica y que, en total, el cielo es menos caótico de lo que uno podía imaginar...
Esas fueron, hace 11 años, parte de las emociones que yo también viví. Ahora, una década después, no sé si siento mayor placer descubriendo que enseñando.
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